Paisaje natural y cultural
El paisaje natural de la Valdería está cargado de matices que se transforman a lo largo del año, sobre todo la vega del río Eria, de acuerdo a los cambios estacionales y a la distinta ocupación de los cultivos (resguardados de los vientos de N y del NE por los casi mil metros de la Sierra de Casas Viejas). Nos
muestra una valiosa riqueza hortofructícola, que se advierte en los numerosos manzanos y nogales y en un policultivo intensivo, bien reflejado tanto en las estadísticas agrarias como en el cromatismo del paisaje.
Los testimonios escritos señalan que la tradición admite que estas tierras producían el mejor lino del partido de La Bañeza, junto al poco trigo, algo de
cebada, legumbres, hortalizas, castañas, miel, y desde principios del siglo XIX, patatas, recriándose algún ganado vacuno de escasa talla, ovino y abundante cabrito; los nabos y las berzas siguen ocupando un gran número de parcelas desde noviembre hasta la primavera, siendo la base alimenticia de la ganadería de renta y de trabajo, que aún podemos encontrar tirando de arados y labrando un terrazgo en el que no se ha impuesto la especialización del cultivo de remolacha o de las alubias, pero que, en los últimos años, ha recibido los beneficios de la irrigación (del agua de los pozos artesianos y de las acequias de riego).
Este paisaje de vega, configurado por un mosaico de cultivos y por pequeñas parcelas trabajadas con esmero por una población envejecida, tiene como telón de fondo, los pinares, el monte mixto de encinas y robles, el carrascal y el jaral, el brezal, los sotos de castaños en los abesedos o umbrías, mientras que en los cauces de agua crecen en abundancia los alisos, llamados “húmeros”. No es extraño que las masas forestales, ya sea en formaciones arbustivas o en matorral, o bien formaciones arbóreas, ocupen el 65% de la superficie y de los aprovechamientos del municipio.
Destaca sobremanera la gran mancha de coníferas (Pinus pinaster) que desde el Sanguiñal se extiende hasta Pinilla de la Valdería, conformando los pinares de mayor entidad paisajística y económica de la provincia de León. Estos pinares resineros se explotan en régimen de Mancomunidad por los pueblos propietarios y con esta finalidad se ha instalado en la localidad de Nogarejas una fábrica propiedad de los mismos, en la que se obtienen aguarrás, colofonia y otros productos derivados de la resina (hoy cerrada). La importancia económica de esta explotación forestal se traduce en el celo con el que los habitantes del valle evitan los incendios forestales.
El aprovechamiento maderero, pero sobre todo, la obtención de la trementina, derivado de la resina con fines medicinales (emplastos, linimentos, antisépticos y balsámicos) propició la creación de numerosas fábricas de resina. La aparición de productos químicos sustitutivos provocó el cierre y el abandono de muchas de estas fábricas.
Todavía hoy se pueden contemplar los restos de algunas de ellas en el término municipal. Pese a ello, las explotaciones forestales resineras siguen manteniendo altas tasas de rentabilidad y todavía posibilitan la existencia de fábricas viables que han sabido compatibilizar el aprovechamiento maderero y resinero y adaptarse a un mercado altamente cambiante y exigente.
En Castrocontrigo el Río Eria cobra una especial relevancia, origen del topónimo de la comarca, ha sido secularmente un elemento integrador y
dinamizador, fuente de inagotables riquezas durante los romanos, fuente de energía para la economía agraria, incluso fuente de salud, como atestigua la existencia de los restos de un balneario en la localidad de Morla. Por otro lado, los restos de puentes y la cuantía de los mismos es abundante. De algunos ya solo quedan vestigios, otros todavía se conservan aunque en mal estado, éste es el caso del puente romano de Nogarejas o del puente de piedra de la Fervienza en la localidad de Torneros, construido por los propios habitantes del pueblo en 1938 en plena guerra civil, de poco valor arquitectónico pero de indudable valor patrimonial para los mismos habitantes.